En enero del año 2012, durante mi viaje por el norte argentino, visité San Antonio de los Cobres en Salta. 5000 personas habitan este particular lugar a 3760 msnm, frío, muy frío aún en verano. Allí pasé mis últimos días en Argentina antes de regresar a Colombia definitivamente y aquí está la historia.
Al salir de Humahuaca mi ruta seguía hacia Salta capital y luego a San Antonio de los Cobres, pero mis compañeras de viaje Maria José (Majo) y María Jesús (Maje) debían volver a Rosario, así que seguí mi ruta sola. Separarme de ellas fue una sensación rara, compartimos unos 10 días
completamente juntas casi las 24 horas, algo la verdad muy íntimo, muy fiable,
la pase muy bien con ellas, me ayudaron un montón, me cuidaron, me divertí,
hice cosas que sola capaz no hubiera hecho, ahora tengo que recordar lo que es tener las pilas puestas. De este momento recuerdo la tormenta
eléctrica durante el viaje en bus que lo acompañaba y lo que me hizo pensar, tome su energía y así
seguí adelante.
Aquí juntas en algún lugar de la ruta
Ese día, pasé la noche en un hostel en Salta capital y al día siguiente conseguí un colectivo desde el terminal hacia San Antonio. Durante el viaje tuve la grata compañía de doña Lina, quién durante todo el viaje me estuvo contando su vida y enseñándome el paisaje, el colectivo se llenó muchísimo, hasta ayudé a esconder con mis piernas un perrito que iba ocultándose en una bolsa.
Al llegar al pueblo, doña Lina me acompañó a conseguir hospedaje y me recomendó con el dueño. Ella es una señora que no quería estar sola y necesitaba hablar, muy amable, fiel, amorosa, tiene cicatrices como muchos de nosotros, ha sufrido, pero esta entera, de pie y sigue caminando, es particularmente creyente, y tiene eso que tienen todas las personas en los pueblos, no le gusta que le desprecien nada.
Creo que finalmente estoy adoptando la velocidad del lugar. A la mañana gracias al dueño del hostel donde me estoy quedando, logre enganchar a una familia porteña que iba también a visitar el viaducto La Polvorilla, por suerte me llevaron gratis ya que es necesario ir en auto particular; la pasé bien con ellos y me alimentaron un poco.
Al regresar del viaducto, pasamos por una vieja mina de oro y parece que cobre, allí hubo un derrumbe hace unos 40 años o más y murieron una gran cantidad de mineros. Es impresionante la cantidad de tumbas que hay en el lugar, desde ese momento nadie volvió a explotar, por el derrumbe y la minería también hay mucha contaminación del agua, en las termas de las que solo vimos una pequeña parte la contaminación es terrible, y el agua no es apta para bañarse, también dicen que por ahí hay pozos sin fondo.
Al llegar al pueblo y separarme de la familia que seguía con su ruta, caminé hasta la vieja estación, según me contaron algunos visitantes la historia es que los trenes llegaban hasta La Quiaca y se conectaban con Bolivia, pero en algún momento se privatizó y la estación quedó abandonada.
Más tarde, doña Lina me recomendó que fuera a un mirador allí cerca. Subí a la gruta en la cima de una montaña, ya que es un pueblo muy creyente ésta era la ruta del viacrusis, la subida
estuvo muy dura y me sentí muy ahogada; en mitad de camino comí y la verdad el paisaje fue fantástico, los nevados, el pueblo, el frío, la soledad.
Luego le hice la visita a Doña
Lina, quien me salvo del hambre y el frío, me hablo de su vida y de cómo ella
ha visitado lugares y se ha dado cuenta que ella y su familia no eran tan pobres
como siempre creían, que hay gente mucho peor, cuyes, se hacían llamar, se nota
que sufrió mucho la muerte de su madre y su hermano, ahora se nota que no está
conforme con el lugar pero no lo quiere dejar, es fuerte, dominante, esta
curtida.
Un habitante de San Antonio
Al día siguiente, comenzó temprano mi regreso hacia Colombia, bus a Salta, avión a Buenos Aires y luego a Bogotá. Y ahí finalizó mi viaje por el norte Argentino, bastante feliz, enriquecida, tranquila y despejada, definitivamente una tierra hermosa y soberana.
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