En este tipo de viaje y más en temporadas altas, es clave
llegar a los pueblos temprano en la mañana si quieres ubicar los hospedajes más baratos
y buenos. Cuando llegamos a Cafayate ya
era un poco tarde (tipo 5 o 6 pm) y estaban cayendo las primeras gotas de un
gran aguacero, todos los hospedajes estaban llenos y con Majo y Maje no
encontrábamos nada, por un momento nos desesperamos.
Al final medio resignadas nos fuimos caminando con las mochilas a nuestra última opción: un hostel miembro de HI, que sabiamos que era más costoso de lo que podíamos pagar y que encima solo tenía lugar para dos, así que alguna debía dormir en el piso; comenzamos a andar hacia allí cuando un lugareño en bici nos ofreció un lugar más barato, lo seguimos (otra cosa que tal vez no haría sola), después de caminar unas cuantas cuadras llegamos a un hospedaje y adivinen que: no había lugar.
Pero como siempre hay solución a todo, nos dijeron que a unas 2 cuadras más arriba encontraríamos algo, seguimos caminando con nuestras grandes mochilas y el aguacero pisándonos los talones, hasta que por fin llegamos a la casa de Felicia, hermosa, cómoda, acogedora y Santi.
Santi el hijo de Felicia nos alegró el día, me recordó a mis sobrinos,
la felicidad, la curiosidad la sencillez la
niñez.
Al día siguiente madrugamos y
desde la terminal de Cafayate tomamos un colectivo hacia La Quebrada de Las Conchas (Un
punto que queda a casi mitad de camino en la vía que comunica a Cafayate con
Salta capital), aunque es un lugar bastante turístico, nosotras logramos llegar
muy temprano, esto es clave, porque todavía no había mucha gente, se respiraba
tranquilidad, cuando ya nosotras íbamos saliendo empezaban a entrar grupos de
típicos turistas, nos salvamos.
Para ver más fotos y leer toda la experiencia en la Quebrada de las Conchas da clic aquí.
Al día siguiente salimos caminando
desde el hospedaje hacia donde se encuentran la mayor cantidad de viñedos en Cafayate,
nuestro destino eran las famosas cascadas que no encuentras en ningún mapa turístico. Es
una subida larga, con pleno sol y un poco de cansancio de la caminata del día
anterior no facilitaron el asunto, pero al fin llegamos. Unos
lugareños te cobran por entrar, al principio me enoje porque no me gusto que
nos obligaran a ir con guía, si hubiese estado sola no voy, pero Majo estaba
muy entusiasmada y terminamos entrando, la verdad valió la pena, por $20
hicimos una caminata de 6 horas bastante exigente, difícil y peligrosa, el
grupo era grande y avanzábamos lento, pero igual creo que las piernas no nos
daban para más, los paisajes hermosos como siempre, nos topamos por el camino
hasta con chivitos y como siempre la recompensa unas hermosas e imponentes
cascadas.
Después como a mitad de caminata te llevan a un mirador (aunque esto depende del guía que te toque). Y desde allí puedes ver Cafayate, una vista increíble.
El sobrino de nuestro guía
Nuestro guía nos contó varias cosas, entre ellas que el municipio no apoyaba su labor como guías y que no les había legalizado su actividad, efectivamente en la oficina de turismo no te informan de este lugar. En parte porque es un poco riesgoso, pero la tradición de guiar pasa de generación en generación y es el sustento de muchas familias.
Llegamos al hospedaje muy cansadas y aún así queríamos viajar ese mismo día, pero no conseguimos pasaje, así que pasamos una noche más en Cafayate con
humita y empanadas y Santi el hijo de Felicia la dueña de casa, a mi me encanta
interactuar con los niños y ellos conmigo, nos tomamos fotos y disfrute con él
un rato.
Al otro día madrugamos y tomamos un colectivo que nos llevo por la ruta Cafayate – Salta capital – San Salvador de Jujuy – Maimará, a donde
llegamos a las 18hs (todo el día viajando), yo quería ir a San Antonio de los
Cobres, pero no había pasaje y eso implicaba tener que quedarnos en Salta lo cual generaba mpas gastos, así que seguimos, será a la vuelta.
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